Santo Domingo.– En la República Dominicana, la violencia contra las mujeres por parte de los hombres sigue siendo una problemática persistente que se convierte en tragedia para las víctimas y sus familias.
La violencia contra la mujer es un problema profundamente arraigado en muchas sociedades y lo que la hace aún más devastadora es cómo, a menudo, se normaliza y se justifica. En muchos contextos, comportamientos abusivos son minimizados o aceptados como parte de las «tradiciones» o «normas sociales», lo que impide su denuncia y perpetúa el ciclo de violencia.
A pesar de los avances legislativos y sociales, las cifras continúan siendo alarmantes. Cada año, miles de mujeres son víctimas de maltrato físico, psicológico, sexual y económico en todo el mundo; y en muchos casos estos abusos permanecen ocultos, lejos de la vista pública y de la acción judicial.
Un salto hacia el silencio

El problema ha llegado a tal magnitud que muchas féminas no denuncian por miedo a represalias o desconfianza en el sistema judicial. Otras, agotadas del maltrato y de la falta de protección institucional, han optado por defenderse por su cuenta, tomando la justicia en sus manos.
Muchos hombres no aceptan el derecho de una mujer a defenderse y en la mayoría de los casos la revictimizan. Además, la sociedad muchas veces participa en los signos de violencia, perpetuando un ciclo de silencio y desprotección.
Es estremecedor ver a mujeres en redes sociales clamando por justicia, pidiendo ayuda desde el miedo. Estas mujeres, cuya voz debería ser suficiente para activar el sistema de protección, muchas veces son ignoradas. Solo después de sus asesinatos la sociedad reacciona. No se puede seguir permitiendo que la indignación llegue cuando ya es tarde, cuando esas voces se han apagado.
Además la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida, un porcentaje alarmante que subraya la magnitud de un problema que no respeta fronteras ni contextos sociales, económicos o culturales.