Un benjamín con perfil presidencial

En el vibrante y complejo escenario político de la República Dominicana, emergen figuras que rompen con los moldes tradicionales y despiertan tanto esperanzas como escepticismos. Una de esas figuras es, sin duda, Omar Fernández, joven legislador que, a pesar de su corta edad y el peso simbólico de su apellido, ha comenzado a delinear un perfil que lo coloca en el radar de la política nacional con posibilidades reales de trascender más allá del Congreso.
Omar no es un producto improvisado de la política del momento. Nació y creció en un hogar donde los libros de política, las tertulias ideológicas y los debates sobre la historia nacional e internacional eran parte del pan cotidiano. Mientras otros niños jugaban en parques o con dispositivos electrónicos, él se nutría de ideas, observaba procesos y, probablemente sin notarlo, se preparaba para asumir roles de liderazgo. Es hijo del expresidente Leonel Fernández Reyna, figura clave de la política dominicana de las últimas décadas y líder del Partido Fuerza del Pueblo, organización política surgida tras las fracturas internas del otrora todopoderoso Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Omar Fernández no llegó a la política arrastrado únicamente por el linaje, aunque sería necio negar que su apellido le allanó caminos. Sin embargo, ha sabido construir su propia narrativa y ganarse el respeto de amplios sectores, dentro y fuera de su partido. Ha sido diputado con una actuación legislativa notable y hoy ostenta el cargo de senador del Distrito Nacional, espacio que representa con solvencia y vocación de servicio.
No han faltado las voces que, desde el prejuicio o el conservadurismo cultural, lo siguen viendo como un “muchacho”. En parte, por su edad, y en parte por una visión aún muy arraigada en la política dominicana, que suele asociar liderazgo con canas, y madurez con décadas en el ruedo. Pero los tiempos cambian, y la política también. Y si bien es cierto que figuras como David Collado ligeramente mayor que Omar enfrentan similares cuestionamientos generacionales, también es cierto que ambos representan una nueva visión: más moderna, más cercana y, en muchos casos, más ética.
En el caso de Omar, su valor no radica solo en ser joven, sino en cómo ha asumido esa juventud. No ha hecho de ella un escudo ni una excusa. La ha convertido en plataforma. Se expresa con claridad, con serenidad, con visión de Estado. Sus intervenciones públicas y su accionar político muestran un hombre que piensa, que estudia, que analiza. Aún carga con la sombra o la luz, según se vea de su padre, pero no se ha limitado a ser su eco. Ha demostrado criterio propio.
La Fuerza del Pueblo le ha ofrecido un espacio para desarrollarse políticamente con autonomía relativa. Aunque en el PLD su figura era periférica, en esta nueva organización su papel es central. Fue parte del proceso fundacional y eso le otorga un mérito que no se le puede negar. Al igual que otros jóvenes dentro de esa estructura, representa el intento de renovar sin traicionar las esencias.
¿Tiene Omar Fernández un perfil presidenciable? Todo apunta a que sí. Pero la política no es solo preparación, ni siquiera solo vocación. También es tiempo. Y quizás el tiempo histórico de Omar no sea el 2028. No porque él no esté preparado, sino porque tal vez la sociedad dominicana aún no está lista para ser gobernada por quien perciben como un “muchacho”, aunque los hechos digan lo contrario.
Sin embargo, si el joven senador mantiene su línea ética, su actitud de apertura, su compromiso con las causas sociales y su visión fresca de la política, el porvenir podría tenerle reservado un rol mucho más alto. Lo importante es que no se apresure. El poder no es un fin, es una consecuencia. Y cuando se alcanza prematuramente, puede ser más carga que logro.
Hoy, Omar Fernández es más que el hijo de un expresidente. Es un actor político con agenda propia, con capacidad y con proyección. Un benjamín que, sin renunciar a su esencia, podría mañana ser el conductor de los destinos de la nación. Porque el futuro no siempre espera a los mayores. A veces, simplemente, espera a los mejores preparados.