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Navidad: Entre la alegría y el sufrimiento

KABUL.– Mientras gran parte del mundo celebra la Navidad con cenas, música y risas, en otros lugares existen realidades profundamente dolorosas. En Afganistán, muchos niños viven una tragedia que les roba la inocencia: el Bacha Bazi.

El Bacha Bazi, que significa “juego de niños” en persa, es una práctica que ha existido en Afganistán durante siglos. Sin embargo, la pobreza y las tragedias sociales han distorsionado esta tradición hasta convertirla en una de las violaciones más graves de los derechos humanos.

Los Bacha Bareesh (niños sin barba) son niños, generalmente preadolescentes, que provienen de familias empobrecidas. Estos menores son vestidos como niñas, maquillados y obligados a bailar para hombres influyentes. Posteriormente, muchos de ellos son abusados sexualmente por sus “amos”. Esta práctica se ha convertido en una forma de supervivencia para las familias que entregan a sus hijos, a menudo conscientes del destino que les espera.

Cuando estos niños alcanzan la pubertad y empiezan a desarrollar barba, dejan de ser útiles para esta práctica y son abandonados. Las secuelas psicológicas y sociales que enfrentan dificultan su reintegración en la sociedad.

Raíces históricas y evolución

El Bacha Bazi tiene raíces en las culturas tradicionales de Asia Central, documentadas por Human Rights Blue (2017). Originalmente, estaba vinculado al entretenimiento y la danza en una sociedad donde las mujeres tenían prohibido bailar en público. Pero con el tiempo, esta tradición se transformó en una herramienta de explotación infantil.

Durante el régimen talibán en los años 90, el Bacha Bazi fue prohibido, ya que no se consideraba acorde con la ley islámica. Sin embargo, tras la invasión estadounidense en 2001, la práctica resurgió con más fuerza, alcanzando niveles alarmantes

“Humillante y perjudicial, la subcultura generalizada de la pedofilia en Afganistán constituye una de las violaciones de derechos humanos más atroces actualmente vigentes en el mundo”, afirmó Foreign Policy, 2013.

Una vez que la práctica se retomó luego de la invasión norteamericana en 2001, los miembros de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos podían escuchar desde sus literas a miembros de la milicia afgana abusar sexualmente de niños en su base. Sin embargo, no tenían permitido tomar acción y se les aconsejó “mirar hacia otro lado porque es su cultura”, según The New York Times, 2015.

No obstante, en 2011 uno de los capitanes de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos golpeó a un Policía Nacional Afgano (PNA) por tener a un niño afgano atado a su cama como esclavo sexual (AP News, 2015). Este fue un pequeño paso para dar visibilidad a este tema en la comunidad internacional, aun cuando el capitán fue expulsado de las Fuerzas Especiales por intervenir.

Luego de numerosos abordajes individuales de miembros de las fuerzas estadounidenses para llevar este asunto a la escena pública, la comunidad internacional reforzó sus acusaciones. En 2010, el programa de televisión Frontline de la PBS en los Estados Unidos transmitió el documental “Los niños danzantes de Afganistán”, en el que se expuso esta antigua práctica. El periodista afgano Najibullah Quraishi detalló conversaciones con algunos de los niños Bacha Bazi e incluso se infiltró en el círculo de hombres poderosos para exponer su implicación (PBS, 2010)

En septiembre de 2015, el New York Times publicó un artículo titulado “Piden a los soldados de Estados Unidos que ignoren los abusos sexuales de niños en manos de afganos aliados”. El artículo sirvió como clara evidencia de cómo la política provoca de manera directa violaciones de los derechos humanos en lugar de protegerlos y luchar por ellos.

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