ECONOMÍA, MÚSICA Y CORAZÓN

La economía, la música y el corazón guardan similitudes orgánicas. En esencia parecieran, entre sí, réplicas (por corazón entiéndaseme a nuestro vital órgano circulatorio y no a esa entidad subjetiva ontológica que el ser humano define con igual nombre, en virtud de atesorar en ésta sentimientos, recuerdos, poesías, amoríos, afectos y pasiones).
Si se les examina en detalle, se puede observar que economía, música y corazón poseen, en su funcionamiento, a tres elementos-base que les determinan la vida y su desarrollo, le dan razón de ser y le alertan acerca de deficiencias y fallas. Un gráfico económico, una partitura y un electrocardiograma tienen una misma virtud matemática: se calculan en tendencias, tiempos y pulsaciones.
En economía, el salario, la ganancia y el precio, equivalen a lo que en la música cumplen como función la armonía, la melodía y el ritmo. Y ambas tríadas, cual reflejo de dos espejos interpuestos entre uno, representan en el corazón la sístole, la diástole y a la presión arterial. Son especies de trinidades que se complementan y se contraponen, y son indivisibles. Y no se pueden tratar por separado, puesto que se desenvuelven, en consecuencia, como el triángulo virtuoso de un solo cuerpo.
Es muy probable que un economista, un músico y un cardiólogo me entiendan más rápido a qué me refiero y, a la vez, sepan perdonarme por semejante cuadro comparativo. En realidad, es un sacrilegio del sentido figurado hacerlo. Mas siento, sin el mínimo atisbo de irrespetar a las partes complejas y sistémicas que tiene toda profesión, que a sus términos y a sus categorías, hay que traducirlos de manera sencilla, para la fácil comprensión de la gente. Es un asunto de pedagogía. Un pueblo con cultura económica, con conocimientos musicales y con conciencia de su propio organismo, así como el estar enterado de muchas otras ramas del saber, es un pueblo invencible y es una muralla a la que no se le puede derribar jamás. Un pueblo culto es muy difícil de engatusar con un lenguaje críptico y cientificista.
Podríamos seguir problematizándonos para hacer más entendible la cuestión. Plantearse interrogantes sobre una determinada acción o función, es lo más suculento en el arte de educarse (y auto-educarse, como exigencia propia en uno mismo), pues avanzas en escalas, en grados y en dificultades sobre la comprensión de un tema en específico. Se aprende a pensar sistémicamente. Por ejemplo, qué mueve a lo que mueve. Si se dice en economía —y así está establecido— que el salario, la ganancia y el precio son un todo único, es decir, que el movimiento de uno impacta en los otros dos y no se pueden analizar separadamente como categorías autónomas y solas, sino viendo a su interdependencia, cabría preguntarnos qué energía les mueve. Entonces, nos encontraríamos con las llamadas fuerzas productivas y su conjunción o interrelación (entiéndaseme por fuerzas productivas el capital, el trabajo, la tierra, la tecnología, las materias primas, los medios de producción y de transporte, los procesos de transformación y su instrumental de máquinas y de logística, etc, etc, etc). ¿Y a las fuerzas productivas, qué? Suplir una necesidad, obtener un lucro, asegurar un ingreso, presentar una oferta, cubrir una demanda, en fin, ejercer un mercado. ¿Vieron cómo de unas categorías brotan otras?
Esta misma progresión en cascada, vale con las distintas categorías y funciones de la música y del corazón, cuyas metas más altas son enaltecer lo espiritual y la búsqueda del bienestar respectivamente, que se reúnen finalmente en una sola palabra: la felicidad.
Para finalizar, en un hermoso juego etimológico, economía, música y corazón se prestan sus términos para explicarse entre sí, mejor. Arritmia, proviene del prefijo a que significa sin y ritmo, como ya se dijo, es una categoría musical, es decir, arritmia es sin ritmo. Un mejor ejemplo de arritmia en economía es vivir en un país donde el salario mínimo mensual de la clase trabajadora sea menos de 3 dólares, la ganancia de las élites del capital sea astronómica y el precio de los productos, de los bienes y de los servicios haga imposible el acceso a una canasta básica familiar: una economía arrítmica es una economía infartada y allí no hay música ni corazón que valgan. Sólo renacer de su pasado originario es el único presente que le queda y es su único futuro posible.
Juan Ramón Guzmán