Uno de los primeros presidentes de América Latina en desmitificar al poder fue el Comandante Hugo Chávez. Recuerdo que los agoreros pájaros negros del protocolo y de los buenos modales pegaron un grito al cielo cuando a días de recibir el poder, le dio a su pequeña hija Rosinés para que jugara en medio de un acto el bastón de mando que lo acreditó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Hicieron el escándalo del siglo. Cuando ese pequeño tubito ornamentado es sólo un símbolo de algo, que se engrandece o se empequeñece por acciones de mayor calado de su titular, que impacten para bien o para mal en la vida de millones de personas. Ese bastón de mando en manos de una pequeña niña de dos o tres años, sin embargo, fue una señal poderosa de que todo había cambiado en el país, que nada se conduciría con las reglas de antes. Y así fue.
En días recientes a Gustavo Petro se le crucificó por recibir a un dignatario extranjero en jeans. Hace dos días el fascista que preside a Ecuador hizo lo propio y lo recibió en las Islas Galápagos en shorts 😁. Y Petro allí, en jeans como viste habitualmente, no le para ni media bola, a que aquel facho se lo haya tomado como un día de playa. Eso no es lo realmente significativo. Lo importante es en qué epicentro se convertirán esas islas ahora en lo adelante, una vez hecho trizas el desalojo de Manta como antecedente histórico. Más que un tipo ande en shorts, ahí sí hay una enorme tragedia.
Al Poder hay que despojarlo de atavismos medievales. Ese Poder protocolario no sirve. Si el Poder no es para hacer feliz a la gente no sirve de nada.
A mí en lo personal me vale madre en cómo un presidente vaya vestido. Lo importante es sí sirve al pueblo, sí no es traidor o vendepatrias. O si no es ladrón de los bienes públicos. Su vida y su forma, sus métodos y sus creencias, para mí están los últimos planos.
Juan Ramón Guzmán
