Cuando lo trivial sustituye lo esencial

La reciente controversia provocada por Lil Tay, joven creadora de contenido en OnlyFans, que con apenas 18 años lanzó un video en Instagram denostando los empleos tradicionales de 9:00 am a 5:00 pm. Sosteniendo que, si tienes más de 25 años y todavía trabajas ese horario, eres un fracaso”, afirmó con ligereza, alentando a las jóvenes a seguir su modelo de ingresos digitales.
Más allá del morbo mediático, lo preocupante es la normalización de este tipo de discursos, que alcanzan millones de reproducciones y generan debates donde lo trivial, superficial o intrascendente adquiere legitimidad cultural.
Lipovetsky y Bauman: diagnosticaron por adelantados, en La era del vacío, Gilles Lipovetsky explicó cómo la sociedad contemporánea se desplaza hacia el individualismo hedonista, mientras que Zygmunt Bauman, en su concepto de “modernidad líquida”, describió la disolución de lo estable: sacrificio, disciplina y trabajo honesto se evaporan bajo la lógica de la inmediatez y el espectáculo.
La mirada externa
En conversación con un connotado ciudadano extranjero, Miguel Ortega Murciano, éste me señalaba que lo dicho por Lil Tay es apenas la fotografía de la realidad social actual. No se trata de criticar a quienes encuentran en estas plataformas una vía de sustento, sino de reflexionar sobre cómo la sociedad ha colocado en el centro lo frívolo y ha relegado lo esencial.
El aula como espejo
En debates académicos me he visto frente a jóvenes que defienden con convicción este estilo de vida. A veces me hacen sentir desfasado por sorprenderme ante tales afirmaciones. La capacidad de asombro, que debería ser motor de análisis crítico, se convierte en signo de ingenuidad en un mundo que ha hecho de la provocación un nuevo canon cultural.
La Casa de Alofoke y el espectáculo local
En la República Dominicana, plataformas como La Casa de Alofoke reflejan este mismo fenómeno. El periodista Pavel Decamps Vargas ha analizado cómo estos espacios moldean la opinión pública, legitimando un estilo de vida basado en la controversia y la viralidad, donde lo insustancial se eleva a norma.
Otros ecos intelectuales
- Guy Debord, en La sociedad del espectáculo, ya advertía que la vida real quedaría reducida a representación.
- Byung-Chul Han describe cómo la hiper-exposición digital genera una cultura de superficialidad y agotamiento.
- José Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, alertó sobre cómo el conformismo sofoca el espíritu crítico.
Todos ellos coinciden en algo: la banalización no es un fenómeno menor, es un síntoma estructural de nuestra cultura.
¿Soy yo el desfasado?
Frente a este panorama, la pregunta es inevitable: ¿soy yo quien está en lo correcto al cuestionar este deterioro social, o soy un extraño en una sociedad que ha decidido aplaudir lo trivial y lo fútil?
Tal vez no haya respuesta absoluta. Pero lo evidente es que hemos transitado hacia una cultura donde la frivolidad tiene más alcance que el esfuerzo, donde el espectáculo eclipsa la virtud, y donde lo líquido de Bauman y el vacío de Lipovetsky ya no son metáforas, sino la textura misma de nuestra vida social.
“La frivolidad tiene más alcance que el esfuerzo; el espectáculo eclipsa la virtud.”