
Sólo me faltó hacerle una foto al delincuente, pero me sentí tan inseguro que no quise arriesgarme y procedí a alejarme lo más rápido posible del escenario de los hechos.
Todo ocurrió en el supermercado Jumbo de Megacentro, en el área más despejada del lugar, próximo a la panadería y casi en el centro del área.
Lo primero que vi fue a una señora empujando su carrito, cuando fue abordada por un elemento de aspecto muy humilde y desaliñado, algo delgado, con camisa a cuadros manga larga y pantalón color caqui. Con barba descuidada igual que su cabello y una fea dentadura.
La señora ignoró al sujeto, oí cuando le dijo: «De eso sabe usted», y continuó su camino. Creí que andaban juntos y que no lograron ponerse de acuerdo en algo. Entonces, el sujeto dirigió sus preguntas hacia mí. Me detuve para escucharlo pero sin acercarme a menos de un metro.
Me hizo la misma pregunta de diferentes maneras, quería saber mi opinión en relación a un supuesto queso que deseaba comprar, comerse la mitad y llevarse la otra mitad para su casa en horas de la noche. Me preguntó si creía que la mitad que se llevaría a casa podría dañarse.
La conversación duró muy poco tiempo, tal vez dos minutos, y se terminó cuando al parecer decidió comprar la mitad del queso, comérsela, y en la noche comprar la otra mitad que se llevaría a su casa. Le dije que era mejor así.
El sujeto se fue a comprar su queso y yo me dispuse a continuar mi camino. En eso, la señora del carrito me dijo que tuviera mucho cuidado con ese elemento. Me dijo que esos son los de la burundanga y que a una prima suya le hicieron lo mismo en una tienda, preguntándole sobre una blusa hasta que la timaron.
En ese momento noté que me sentía de forma extraña, algo mareado, aún consciente, pero con el temor de perder el conocimiento en cualquier momento. Pensé tomar una foto al elemento con mi móvil o alejarme rápido del lugar.
Opté por esto último. Me alejé a la velocidad de un rayo. Mi razonamiento era alejarme, porque entendía que el elemento iría por mí. También no sabía si andaba solo, o si tenía cómplices.
Logré salir del supermercado, bajar las escaleras eléctricas y llegar al parqueo. Me encerré en mi carro, puse mi móvil y billetera en un lugar a mi entender seguro y ponderé la pertinencia de conducir en ese estado.
Opté por esto último, aún invadido por una sensación de inseguridad. El mareo se fue disipando poco a poco y llegué a mi casa sano y salvo con todas mis pertenencias, pero con una experiencia tal, que sólo viviéndola puede uno entender que ello realmente ocurrió.
Dejaré este relato en este punto, pero escribiré un par de artículos adicionales sobre este tema para ayudar a las autoridades a controlar a estos criminales y alertar a la población para que puedan identificar a los sospechosos y su modus operandi.