
Santo Domingo.- En 2005, un gesto de amor y empatía se transformó en una misión que sigue creciendo y tocando vidas, una historia que llegó a la sala de redacción de ojopublico.net
Solidaridad entre los colaboradores de ANAP, la Fundación Nacional de Ayuda a la Población, que nace en el seno de una familia unida por un propósito común: brindar apoyo a los niños y niñas de bajos recursos.
Lo que comenzó con una pequeña acción de donar juguetes y útiles escolares se convirtió en una iniciativa de gran alcance que, años después, sigue transformando vidas.
La motivación detrás de ANAP tiene una raíz profunda y personal. Franchesca Ureña, la actual líder de la fundación, recuerda cómo la tristeza de la pérdida de un primo, un niño enfermo, despertó en ella el deseo de hacer algo más por aquellos que atraviesan dificultades similares. Fue en ese momento, a través del dolor, que nació la inspiración para liderarse junto a sus familiares y continuar con la fundación que había creado su tío Rosendo Urbáez en el 2005.
Sin embargo, en 2008, debido a circunstancias personales, Rosendo tuvo que dejar el proyecto. A pesar de este obstáculo, ANAP no desapareció, en 2021, Franchesca retomó el proyecto, decidida a continuar el legado de su familia y llevar la ayuda a más personas.
Con el apoyo de su familia, comenzaron las primeras donaciones, que inicialmente consistían en juguetes y útiles escolares para niños que no podían acceder a estos recursos.

A pesar de no estar aún formalmente constituida como una entidad legal, Franchesca se ha dedicado a hacer crecer la fundación. Su misión, impulsada por la fe en Dios, el amor por su familia y el deseo de hacer una diferencia real, continúa hoy más fuerte que nunca.
Inicialmente, las donaciones se centraban en juguetes, pero pronto se amplió el alcance de la iniciativa a asilos, hospitales y comunidades de bajos recursos.
La fundación no solo distribuye alimentos y ropa, sino que también lleva consuelo emocional a los adultos mayores y enfermos que enfrentan situaciones difíciles.
Franchesca expresó que “el proyecto ha contado con el respaldo incondicional de mi familia, que ha estado involucrada en cada paso del camino”.

Ureña a pesar de tener un empleo dijo, “estoy comprometida con la causa, mi madre, quien posee un negocio de comida, es una de las principales colaboradoras, proporcionando parte del buffet para las actividades y otras empresas y personas, como Saldaña Te Monta, H&U Beautiful Supply y Manuel Carrasco de Juventud Súperate, han brindado apoyo crucial, ayudando a ANAP a llegar más lejos y a beneficiar a más personas”.
En diciembre, ANAP realizó dos importantes actividades: una visita al asilo «Fuente de Amor» y otra al hospital «La Angelita». Estas acciones reflejan el propósito de la fundación de no solo proporcionar ayuda material, sino también dar algo mucho más valioso: compañía, cariño y esperanza. A través de estas actividades, ANAP ha logrado transformar no solo las vidas de quienes reciben la ayuda, sino también la de los voluntarios que dan lo mejor de sí para hacer de este mundo un lugar mejor.

Hoy, ANAP sigue creciendo y expandiendo su alcance, con la visión de convertirse en una entidad legal que pueda seguir ayudando de manera más formal y estructurada. Pero mientras ese proceso avanza, lo más importante para Franchesca y su equipo sigue siendo la misión de ayudar a quienes más lo necesitan, llevando sonrisas y alivio a aquellos que enfrentan la adversidad.
En ANAP, la solidaridad es un valor que trasciende. Cada donación, cada gesto de apoyo, es un recordatorio de que, incluso en tiempos de dificultad, el amor y la generosidad pueden cambiar el destino de muchas personas. Y, aunque el camino por recorrer aún es largo, el impacto de este proyecto ya se siente profundamente en las vidas que ha tocado.