
RAQUEL PEÑA
[I].
Recorre el país en sus funciones de Vicepresidenta, sosteniendo reuniones con distintos estamentos del conglomerado social. Recorre el mundo en sus funciones de Vicepresidenta, representando al Estado dominicano.
Por mandato constitucional, sustituye al Presidente de la República en su ausencia o durante breves estadías fuera del país.
Raquel Peña representa la región económica (desde el siglo XVI) más pujante del país; la zona geográfica más rica (agrícola y minera), los dos renglones (seguridad alimentaria) y de oro (posicionamiento en el mercado de valores y en la economía mundial). Es una alta ejecutiva (inteligencia emocional, prudencia, académica, de un perfil que inspira confianza). Sabe persuadir y negociar. Representa al establishment, a la rancia oligarquía criolla local. Agrada porque es afable. Tiene empatía con los desposeídos o llamados (ya no pobres) sino excluidos económicamente. El catolicismo ortodoxo y las iglesias protestantes la acogen y asimilan porque es una mujer de fe/prácticamente.
[II].
¿Qué tiene Raquel Peña que ‘molesta’ y que finalmente atraerá hacia ella rechazo e indiferencia en las bases de la sociedad, en el hombre-masa, en la mujer-masa, en fin, en el pueblo llano, en la mayoría numérica votante que asume la identidad de la dominicanidad desde distintas perspectivas de convivencia?
—Su ultraconservadurismo, su pensamiento y proceder androcentrista; es antifeminista (no cree ni es partidaria de las acciones afirmativas, como las cuotas de representación a favor de la mujer; no conoce ni domina la construcción —el costo— de la emancipación de las mujeres desde el siglo XIX; le falta dominio de la historicidad nacional; no tiene discurso propio (creado) desde la epistemología del saber; y su machismo brota en sus actitudes y en su frecuencia a la exposición pública, sin siquiera ser una verdadera efigie del eterno femenino.
Es posible que sea la candidata/delfín; no así la mujer del siglo XXI que espera la República Dominicana para una gobernabilidad y gobernanza desde un nuevo Contrato Social, no desde la condición meramente del tener y del poder.
[III].
No es tener una candidata a la presidencia por decir, eufemísticamente y con euforia «ancestral»: —¡Lo logramos!
No es ser candidata «per se» a la presidencia de la República por ser biológicamente mujer, pero ideológicamente antimujer.
Las candidatas/mujeres deben conocer, estudiar y ahondar en la historia de la construcción de la identidad nacional y de la construcción de la identidad de la mujer.
Hasta ahora, las dominicanas que han alcanzado la posición de Vicepresidenta de la República lo han logrado por el empuje que el movimiento social de las mujeres y el feminismo ochentista dieron a las reglas de participación política de las mujeres, con liderazgos de base, militancia de base, con liderazgos auténticos. El mayor ejemplo de liderazgo auténtico (que alcanzó la vice magistratura del Estado) es la Dra. Milagros Ortiz Bosch.
Está, entonces, por discutirse y/o estudiarse si las acciones afirmativas impulsadas/luchadas/defendidas/legisladas y existentes han sido la mayor contribución del feminismo ochentista para el avance de las mujeres políticas dominicanas en las estructuras de sus partidos y que han hecho posible que asciendan a posiciones en el tren administrativo y, por ende, en el Estado.
¿Son las vicepresidentas y las candidatas presentadas a este cargo por los partidos tradicionales de nuestro país una ‘cuota de género’, escogidas en una fórmula presidencial por ‘arrastre’?
Al parecer, sí. Son una ‘cuota de género’.